La Presa del Centenario
A principios de este siglo, cuando estaban construyendo la Presa Centenario, el ingeniero que estaba a cargo de la construcción, tenía mucho temor de que sus cálculos no fueran precisos y que, al ser terminada la construcción, dicha obra se derrumbara con las primeras avenidas fuertes de agua. Una noche que se encontraba apesadumbrado se le presentó el mismísimo diablo convertido en una persona muy bien vestida, alegre y jovial, de aspecto tierno y con una mirada penetrante. Entonces le dijo: "Si quieres terminar con la construcción de la presa y que ésta no se destruya ni con las avenidas más fuertes de agua, tendrás que hacer un pacto conmigo". El pacto consistía en que tenía que entregarle a niños inocentes para dar su permiso y pudiera terminar la obra. En ese tiempo muchos niños de varios poblados cercanos a Tequisquiapan se perdieron; los niños fueron vertidos en cada uno de los pilares, todos vivos tomados de las manos, y se les sepultó con el material de construcción que se utilizaba en ese tiempo. Según el pacto sólo con estos niños se podía sostener la cortina de la presa y prueba de ello es que ha resistido grandes avenidas de agua. Años después de construida la presa, se dice que por las noches -en el agua que está saliendo de sus vertederos- se oyen voces de niños diciendo: "¡Agárrense, agárrense porque si no se va a derrumbar!". Son muchos los que cuentan haber escuchado esas voces en forma de quejidos cuando ha llovido mucho y la presa está a punto de colapsarse.