La Cueva del Diablo
Cruzando el río, se encuentran unas escaleras de esas que se han formado naturalmente con el paso de los años y de cientos de locales. Entre piedras y escalones de tierra, se puede subir una pequeña ladera. Al llegar a la cima, se puede divisar, entre una paradisiaca vegetación, un lugar que de divino no tiene nada.
Se trata de la entrada de una cueva, aunque parece mas una pequeña grieta. A pesar de ser sumamente angosta -difícilmente pueden pasar dos personas al mismo tiempo-, tiene 5 metros de altura y aproximadamente 6 metros de profundidad.
Una vez dentro, se olvida el olor a flora serrana, y los colores verde y amarillo intenso de la vegetación son suplantadas por un gris y negro que nubla los sentidos. El contraste de escenarios también invade la temperatura, ya que del calor húmedo del bosque, se pasa a un seco frío que no hace más que causar escalofríos, que se acrecentan cuando se divisa la figura de la Virgen que está al fondo.
Una virgen vestida de blanco rodeada de veladoras y con una pequeña bandera de México también sobre el pequeño altar es lo único que hay dentro, además de un par de caras diabólicas que se ven en las paredes de la cueva, notablemente marcada por la huella humana.